domingo, 22 de noviembre de 2015

Lo que el bosque esconde


Todo comenzó el día 20 de septiembre de 2014. Me desperté como en cualquier día de mi monótona vida preparado para hacer mis aburridas tareas, cuando oí el ruido de un motor. Me asomé a la ventana y vi una moto con un coche de mudanzas detrás. Salí de mi habitación y corrí hasta el salón, mi madre estaba haciendo el almuerzo. Sí, me había levantado tardísimo. ¡Es sábado!


  • Mamá, hay un coche de mudanzas fuera.

Dije medio adormilado.

  • ¿No te lo había dicho? Una nueva familia se ha mudado a la finca de al lado.

  • ¿Tienen hijos mayores?

De repente, el sueño se me había quitado.


  • No lo sé hijo. Ve a comprobarlo tú mismo.

Mi madre me sonrió y me guiñó un ojo. Subí a mi habitación y me lavé los dientes, me peiné el pelo y me vestí con ropa adecuada al tiempo.Ccomo hacía calor me puse unas bermudas y una camiseta de manga hueca con la serigrafía “BOOM!” en el centro. Me puse frente al espejo y  miré mi reflejo. No vi gran cosa, un chico de pelo castaño y ojos marrones, con pecas alrededor de una nariz pequeña, una boca de labios finos y rosados, piel morena y no mucho más. Pero estaba contento, por lo menos había nacido con dos ojos, una nariz, dos orejas y una boca, lo que para mi es algo normal. Cogí mi móvil y mis llaves y bajé las escaleras, mi madre estaba allí con una bolsa en las manos, supuse que tendría uno de sus ricos pasteles. Me lo dio y salí de casa con ella en manos. Me dirigí a la casa de al lado y toqué el timbre con dificultad. Me abrió una mujer delgada, y muy guapa. Le sonreí y me atreví a hablarle.

  • Hola, soy el vecino, venía a traerle una tarta de parte de mi madre.

Ella me sonrió.

  • Pasa adentro cariño, te prepararé un té si quieres… ¿cómo dijiste que te llamabas?
  • La verdad es que no se lo he dicho -reí-, me llamo Alejandro.

La mujer abrió los ojos como platos.

  • ¡Mi hija también! Bueno, Alejandra, pero es casi igual.

Se rio sonoramente y gritó: “Cariño baja que tenemos visita”. A los 30 segundos una chica de pelo negro y ojos azules bajó corriendo las escaleras. Iba con un chándal gris y una blusa de baloncesto de los BULLS. La verdad, para ser una chica era bastante guapilla. En la mano tenía el móvil y se veía el juego del Candy Crush. Reí, otro más que ha caído en el vicio de explotar golosinas.

  • ¿Quién es éste?

Dijo con un leve acento francés.

  • Soy Alejandro, encantado.

  • Yo soy Alejandra -rio, tenía una risa bonita-, igualmente.




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Pasé una media hora en casa de las vecinas y me volví a mi casa, no sin antes darle mi número a Alejandra. Habíamos hecho migas. Teníamos cosas en común, que nos gusta el baloncesto, los videojuegos, leer, las películas de acción… Es la primera chica que conozco que le gustan esas cosas. Aunque bueno, no he hablado con muchas más chicas. Hubiera seguido allí hablando con ella durante más tiempo, pero la aguafiestas de mi madre me llamó y me dijo que fuese ya a casa porque la cena estaba lista. En la cena hablamos de cosas normales como las que hablábamos en la cena. Hablamos sobre María y Silvia, mis hermanas mayores que trabajan en el extranjero, de mi padre, que esa noche estaba trabajando y de mis estudios en casa, sí, soy uno de esos niños que estudian en casa. Más que nada porque no hay un instituto en más de ochocientos kilómetros a la redonda, y también porque, según unos expertos, tengo coeficiente intelectual más alto que la media, y mi madre piensa que algo así no debe desperdiciarse, así que me enseña ella, que es profesora. Bueno, me he salido de las ramas, a lo que íbamos, estábamos hablando en la cena y surgió el tema de los vecinos.

  • ¿Por qué tardaste tanto? ¿Hiciste un amigo?

  • Sí, bueno no, mejor dicho, una amiga. Es interesante.

Reí. Mi madre alzó las cejas.

  • ¡Genial! ¿Cómo se llama?

  • Alejandra… ¡casualidad!

Los dos comenzamos a reírnos.

  • ¿Y es guapa?

  • Supongo que sí. ¿Por qué preguntas eso?

Vi la mirada de mi madre y supe lo que quería decir.

  • Oh no, mamá...

  • ¡LA NUEVA PAREJITA!

Sentí mis mejillas arder y reí.

  • Buenas noches mamá.

Y subí corriendo a mi habitación. Me puse el pijama y me metí en la cama. Cerré los ojos e intenté dormir. Recibí un mensaje justo cuando estaba cogiendo el sueño, cogí el móvil y lo miré.

“Número desconocido: Ale, soy Alejandra, ¿recuerdas que me dijiste que te avisara cuando te necesitase? Pues te necesito para algo importante”

No sabía que ese mensaje cambiaría mi monótona vida.


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Salí de casa corriendo, pensé que era una urgencia. Al llegar a la casa de Alejandra me la encontré en pijama. Tenía la cabeza entre las manos y estaba sentada con las rodillas pegadas al cuerpo.

  • Alejandra… ¿pasó algo grave? ¿Tu familia está bien?

  • Sí…

  • ¿Entonces por qué me llamas?

Dije algo molesto. Ella quitó las manos de delante de su cara y pude verle los ojos enrojecidos, como si hubiera estado llorando.

  • Alex, ¿qué pasó?

Me senté a su lado.

  • He visto algo en el bosque…

Quedé aún más confundido.

  • ¿El qué?

  • Ahora no… más tarde… solo necesito un abrazo…

No pasaron ni dos segundos y la abracé lo más fuerte que pude.

  • Todo va a ir bien, lo juro.

Y lo dije con la fe más sincera del mundo, y eso sin siquiera saber por qué iba mal.

  • Alejandro.

  • ¿Qué?

  • Eres un buen chico.

Y me besó en la mejilla. Se acurrucó en mi hombro, y allí, en la puerta de la casa, sin abrigo ni mantas, se quedó dormida. Y aunque hacía un frío que congelaba, sentí una agradable sensación cálida en el pecho. Le pasé mi brazo por su hombro y la acerqué más a mí.

  • Tú también eres una buena chica.

Creo que acabo de hacer mi primera mejor amiga

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Al cabo de 10 ó 15 minutos empecé a sentir el frío. Así que me levanté y toqué el timbre de la casa, acto seguido, salí corriendo, me escondí entre las sombras. Nada más ver que la madre de Alejandra salía de su casa, me dirigí a la mía. Subí a mi cuarto y me acosté en la cama.

Había sido un gran día.





CONTINUARÁ….  

AUTORA: NURIA TOURIÑO VERANO. 1º ESO B

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